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Relatando el miedo...

El 2 de junio de 2010 comenzó mi preparación hacia la vida universitaria. Tardé en hacerme a la idea de que pronto no estaría en SER de Puerto Rico, donde además de tratamiento ortopédico y educación, recibí afecto.

A este nuevo caudal de emociones matizadas por el miedo, se añadía la necesidad de un hospedaje por problemas de movilidad y transportación. Sentí temor, pues sería mi primera vez viviendo sola.

Por si fuera poco, mi transición iba acompañada de una huelga estudiantil. Estudiantes, docentes y no docentes de aquel nuevo mundo repudiaban la imposición de una cuota de $800 por la Junta de Gobierno.

Pese a que había visto y leído las noticias, me chocó encontrar la Universidad de Puerto Rico convertida en un cuartel. La ‘fuerza de choque' había plantado bandera en Plaza Universitaria, donde yo debía realizar mis trámites como estudiante de nuevo ingreso.

“¡Fuera, fuera! ¡Fuera, policías!", era la consigna del momento. Sobre el césped habían casetas. El pavimento leía mensajes como: “Me quitaron mi derecho a educarme". Las ruedas de mi silla pasaban indiferentes, pero yo lo captaba todo.

Al día siguiente, volví a mi escuela para buscar un documento. “¿Estás segura de que quieres entrar a la IUPI con esa huelga?", preguntaron varias personas. No respondí, pues al buscar ese documento, era obvio que aceptaba el reto.

Una vez admitida, la huelga era parte de mi rutina. Escuchaba consignas al acostarme y levantarme. El camino hacia mis clases era obstaculizado por las maltrechas aceras y el acoso de los guardias estatales. “¿Para dónde tú vas?", preguntaban. Tampoco les respondí. Primero, ellos buscaban confrontación y segundo, era mi derecho desplazarme.

En una ocasión, salí de mi residencia hacia la Facultad de Estudios Generales. Para cortar camino, salí por la Facultad de Educación. La fuerza de choque estaba lejos, así que seguí mi rumbo. De pronto, uno de ellos se paró frente a mí. Me congelé, no supe qué hacer.

Afortunadamente, apareció Jubilee, quien también vivía en la Residencia Campus (Resi) . “Ven, no andes sola. Estos canallas son capaces de cualquier cosa", me advirtió. Cuando me dejó frente al salón, me dio su número de celular y me volvió a advertir: “Nunca, nunca salgas sola".

Jamás lo volví a hacer. Así fuese a la esquina, buscaba compañía. La Resi era el único lugar seguro. Tan pronto terminaba mi arriesgada agenda, llegaba a abrazar las paredes.

La historia cambió el 11 de febrero de 2011. Los medios noticiosos catalogaron el día como uno de los más intensos. Los ánimos estaban tan caldeados que opté por faltar a clases. Por miedo a las amenazas de varios profesores, intenté leer pese al 'revolú' en el “lobby" de mi Residencia, durante esa noche.

De pronto, escuché murmullos detrás de mi cuarto. Mi ingenuidad me hizo pensar que era el 'corillo' que trabajaba el recién fundado Huerto Semilla Urbana. Escuché guardias, pero creía eran del Recinto. Al escuchar el helicóptero, desperté a la realidad: la “fuerza de choque" había rodeado la Residencia Campus y estaban en todo el Recinto.

“¡Asamblea ahora!", vociferaron mis “proctors" Katherine y Keishla, desde la parte de atrás de la Residencia a todos los balcones, ya que no les permitieron hacerlo por el intercomunicador. El toque de queda lo dio un sorpresivo desalojo. “Tienen hasta las 3:00 pm para salir de aquí", indicó la administración de Resi Campus por orden del Decanato de Estudiantes.

No recuerdo cómo fue, pero terminé durmiendo en el apartamento de José Caleb, un estudiante de biología. Dormimos varios en una misma cama. Todos se acomodaron alrededor mío para que no me pasara nada.

Ante tanta solidaridad, disipé mis miedos. Cambié la incertidumbre por agradecimiento. A la IUPI, le llamé “comunidad" y a mis compañeros, “hermanos".

Liliana Janice Rivera Rodríguez

Periodista y escrito recién graduada de la Escuela de Comunicación de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Se especializó en periodismo y literatura en inglés.

Le apasiona el periodismo literario, la actuación y la bomba puertorriqueña. Desea impactar varios escenarios políticos del país y el mundo en pro de las personas con diversidades funcionales.

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